Colombia, pa??s de volcanes

Colombia, pa??s de volcanes: su monitoreo tras 40 a??os de la tragedia de Armero y la ciencia que vigila su actividad

??C??mo nacen y c??mo mueren los volcanes? En Colombia, hay 25 estructuras activas. Radiograf??a del sistema.

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Antes del evento de 1985 en Armero, el pa??s no ten??a tecnolog??a para monitorear estas estructuras. Cuarenta a??os despu??s es un referente en el mundo.

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En un pa??s con 25 estructuras volc??nicas activas, resulta incre??ble pensar que solo hace cuatro d??cadas comenz?? el monitoreo y estudio de los volcanes en Colombia. Pese a que el Nevado del Ruiz forma parte de una estructura presente sobre la cordillera Central desde hace 1,8 millones de a??os ???tiempo en el que ha dejado en la geograf??a de la regi??n rastros de su actividad???, para 1985 la memoria de su poder se hab??a diluido tanto que, en poblaciones cercanas como Armero, en los momentos previos a la tragedia del 13 de noviembre, hubo quienes no sab??an que lo que ca??a del cielo era ceniza volc??nica.

Tampoco se ten??a conciencia en la poblaci??n de ese municipio ???la segunda econom??a del Tolima en aquella ??poca??? de que dos tragedias anteriores hab??an arrasado con asentamientos humanos en ese mismo lugar, a 48 kil??metros del Nevado del Ruiz. Una ocurri?? el 12 de marzo de 1595 y habr??a causado la muerte de entre 60 y 100 personas pertenecientes a comunidades ind??genas que habitaban en lo que entonces se conoci?? como Tasajeras; la otra, el 19 de febrero de 1845, ocasion?? la muerte de m??s de mil personas, tambi??n por cuenta de los lahares, aunque a??n se debate si estos fueron originados por un sismo que provoc?? el desprendimiento del glaciar o por una erupci??n.

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Cuarenta a??os despu??s de aquel 13 de noviembre de 1985 ???cuando sobre el rastro gris que dej?? el lahar, esa peligrosa y densa mezcla de agua y material volc??nico que descendi?? por los r??os del Ruiz, ya creci?? un tupido bosque que hoy cubre por completo el camposanto erigido en memoria de las m??s de 25.000 personas que murieron en ese tr??gico evento???, este volc??n se ha convertido no solo en uno de los m??s estudiados del mundo y en uno de los 100 lugares considerados patrimonio geol??gico por la Unesco, sino tambi??n en el punto de quiebre del que naci?? la vulcanolog??a en Colombia

Tras la erupci??n de este volc??n, que provoc?? los lahares m??s mort??feros de la historia de la humanidad, se cre?? el primer Observatorio Vulcanol??gico Nacional en Manizales, en 1986. Hoy el pa??s cuenta con tres observatorios vulcanol??gicos y sismol??gicos (OVS), ubicados en Manizales (Caldas), Popay??n (Cauca) y Pasto (Nari??o). Todos hacen parte de la Direcci??n T??cnica de Geoamenazas del Servicio Geol??gico Colombiano (antes Ingeominas) y monitorean, las 24 horas del d??a y los siete d??as de la semana, la intensa actividad volc??nica que caracteriza a Colombia por estar en el Cintur??n de Fuego del Pac??fico: una extensa franja en forma de herradura, de unos 40.000 kil??metros, que rodea el oc??ano Pac??fico y donde ocurre cerca del 90 por ciento de la actividad s??smica del planeta, adem??s de concentrarse la mayor??a de los volcanes activos del mundo.

Con sism??grafos donados

Lina Marcela Casta??o, l??der t??cnica del SGC, recuerda que la decisi??n de crear el Observatorio Vulcanol??gico y Sismol??gico de Manizales surgi?? de un consenso inmediato despu??s de la tragedia. ???Todas las instituciones y autoridades se dieron cuenta de la importancia de hacerle seguimiento a la actividad volc??nica. Hubo falta de informaci??n y de gesti??n para que las personas estuvieran preparadas, entonces a partir de la tragedia el Gobierno Nacional nos asign?? esas funciones por decreto. As?? naci?? el observatorio el primero de abril de 1986???.

Los primeros pasos fueron improvisados y se remontan incluso a 1984, cuando se detectaron los primeros signos de reactivaci??n del volc??n Nevado del Ruiz: apenas cuatro sism??grafos donados, instalados en una peque??a casa cercana al volc??n, y un equipo humano que aprend??a sobre la marcha. ???El conocimiento se fue construyendo de manera emp??rica. Comenzamos con campa??as de campo, luego logramos que el monitoreo fuera telem??trico, en tiempo real. Fue un proceso de adquirir tecnolog??a, formar profesionales y consolidar un esquema multidisciplinario???, relata Casta??o.

En sus inicios, el observatorio vigilaba ??nicamente el Nevado del Ruiz, pero poco a poco ampli?? su rango a volcanes cercanos como el Paramillo del Cisne y el Nevado de Santa Isabel. Hoy, el trabajo es constante: turnos de ocho horas, equipos multiparam??tricos y monitoreo que cruza datos sismol??gicos, geoqu??micos, deformaci??n del terreno y observaci??n superficial, provenientes de unos 80 sensores, 39 de ellos ubicados en el complejo volc??nico y 26 exclusivos para el Ruiz. ???Es literalmente seguirle el curso al volc??n segundo a segundo???, explica la cient??fica.

De Armero qued?? una lecci??n que gu??a todo el sistema: la importancia de la comunidad. ???Aprendimos que si las personas conocen d??nde viven, qu?? puede pasar y qu?? deben hacer, es posible evitar tragedias. La gesti??n del riesgo no es solo monitoreo, tambi??n es apropiaci??n social del conocimiento???, enfatiza Casta??o.

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El volc??n Cerro Mach??n es una de las 25 estructuras activas monitoreadas en Colombia. Su zona de amenaza comprende 26 municipios de Cundinamarca, Quind??o y Tolima. Foto: SGC (Servicio Geol??gico Colombiano)

La mirada a los gigantes del sur

El segundo observatorio en abrir sus puertas fue el de Pasto, en 1989, cuando el volc??n Galeras comenz?? a mostrar signos de reactivaci??n fumar??lica. Diego Mauricio G??mez Mart??nez, profesional especializado del SGC y quien ha trabajado junto a su esposa en la entidad desde su creaci??n, recuerda que, en ese momento, las autoridades locales llamaron al entonces Ingeominas. Desde Manizales y Popay??n llegaron t??cnicos, y pronto se hizo evidente que era necesario instalar un observatorio en Nari??o. ???As?? naci?? el de Pasto, asociado directamente al Galeras, pero con el tiempo extendimos el monitoreo a todo el sur del pa??s???, relata.

Los primeros a??os fueron intensos: erupciones frecuentes del Galeras entre 1989 y 2008, estaciones improvisadas y equipos escasos. Con el paso del tiempo, la red se expandi??. Hoy cuentan con unas 75 estaciones con m??s de 160 sensores multiparam??tricos que vigilan volcanes como el Chiles, Cerro Negro ???dos complejos volc??nicos cuyo monitoreo representa un reto especial porque se comparten con el Ecuador???, Cumbal, Azufral, Do??a Juana y Las ??nimas, adem??s del campo volc??nico monogen??tico Guamuez-Sibundoy.

El salto tecnol??gico ha sido gigantesco: de leer sismogramas en papel ahumado con lupa a manejar centros de datos de ??ltima generaci??n. ???En los 80 uno interpretaba manualmente cada trazo, hoy contamos con inteligencia artificial que detecta y clasifica autom??ticamente miles de sismos diarios???, afirma G??mez.

Pero la historia del Galeras tambi??n estuvo marcada por su propia tragedia. El 14 de enero de 1993, durante una salida de campo con cient??ficos internacionales reunidos en Pasto ???con motivo de la elecci??n de esta estructura geol??gica como el ???Volc??n del Decenio??? para Suram??rica por parte de la Asociaci??n Internacional de Vulcanolog??a y Qu??mica del Interior de la Tierra???, una erupci??n explosiva tom?? por sorpresa a varios grupos que estaban cerca del cr??ter. Murieron seis vulcan??logos y tres turistas.

???Fue un evento relativamente peque??o comparado con la historia eruptiva del volc??n, pero la cercan??a de las personas lo convirti?? en una cat??strofe???, recuerda G??mez, quien a??ade que a ra??z de este tr??gico evento hoy el monitoreo se sustenta sobre todo en los datos que se reciben de los equipos instalados en campo, y las salidas a estas zonas de riesgo se hacen bajo est??ndares de seguridad m??s estrictos.

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El segundo observatorio en abrir sus puertas fue el de Pasto, en 1989, cuando el volc??n Galeras comenz?? a mostrar signos de reactivaci??n. Foto: SGC (Servicio Geol??gico Colombiano)

Popay??n: ciencia antes de la crisis

A diferencia de Manizales y Pasto, el Observatorio Vulcanol??gico y Sismol??gico de Popay??n no naci?? como reacci??n a una tragedia, sino por iniciativa cient??fica. Cristian Santacoloma, integrante del grupo de evaluaci??n y monitoreo de amenazas volc??nicas del SGC, lo resume en que en 1993 fueron los ge??logos quienes impulsaron la idea de estudiar las estructuras volc??nicas del suroccidente del pa??s. ???Ingeominas formaliz?? el observatorio por resoluci??n, y desde entonces comenzamos a monitorear???, cuenta.

La regi??n que cubre este observatorio es diversa y cr??tica: el Nevado del Huila al norte, la cadena volc??nica Los Coconucos ???con Purac?? y Curiquinga como referentes visibles???, el complejo volc??nico Sotar?? y otras estructuras como Sucub??n y Cargachiquillo. ???Nuestra jurisdicci??n llega hasta el sur del Cauca, donde empieza la zona de influencia del observatorio de Pasto???, explica Santacoloma.

El monitoreo sigue un protocolo en capas: primero la base geol??gica y cartogr??fica, luego estudios estratigr??ficos detallados que permiten hacer mapas de amenaza, y despu??s el dise??o de redes de vigilancia. Hoy el OVS de Popay??n cuenta con estaciones s??smicas, sensores de gases, equipos para medir deformaci??n del terreno y muestreos de aguas termales y fumarolas. ???Es como tomarle el pulso a un paciente: la sismicidad, los gases, la deformaci??n, cada variable nos da se??ales de lo que ocurre en el interior del volc??n???, dice el ge??logo.

El caso m??s emblem??tico de su historia fue la erupci??n del Nevado del Huila en 2007. Hasta ese momento se consideraba un volc??n ???tranquilo???, pero en menos de 24 horas pas?? de registrar 20 sismos mensuales a cientos de eventos en un solo d??a. Se produjeron enjambres s??smicos seguidos de una erupci??n s??bita.

Gracias a la red de vigilancia y al trabajo con comunidades, se logr?? evacuar a tiempo a la poblaci??n que viv??a en las riberas de los r??os, evitando que los enormes lahares (cuyo volumen fue mayor que los generados por el Ruiz en el 85) cobraran miles de vidas, como ya hab??a ocurrido en Armero. ???Fue muy duro, pero tambi??n fue una experiencia bonita: comprobamos que la ciencia y la preparaci??n salvan vidas. Las comunidades entendieron el mensaje y se pusieron a salvo???, recuerda Santacoloma.

Desde entonces la actividad del Nevado del Huila aument?? y el observatorio reforz?? su monitoreo, declarando alertas tempranas y trabajando de la mano con el Sistema Nacional de Gesti??n del Riesgo. ???La clave es la receptividad de la gente. Podemos tener la mejor tecnolog??a, pero si la comunidad no escucha, no sirve. Aqu??, en 2007 y 2008, se logr?? el equilibrio: la ciencia habl?? y la poblaci??n respondi?????, subraya el experto.

El liderazgo colombiano

En cuatro d??cadas, Colombia pas?? de no contar con vigilancia volc??nica a tener una red de observatorios que hoy es referente regional. La tecnolog??a, los protocolos de evacuaci??n y el trabajo con las comunidades han reducido los riesgos, pero persiste un reto que no se resuelve con sensores ni mapas: la memoria social.

Carolyn Driedger, hidr??loga del Servicio Geol??gico de Estados Unidos y quien fue testigo de la erupci??n del Monte Santa Helena en 1980, lo advierte con claridad: ???Cada generaci??n corre el riesgo de perder la memoria de lo que significan los volcanes. Cuando pasa mucho tiempo sin actividad, la percepci??n del peligro se diluye???.

La cient??fica recuerda que el Monte Santa Helena, considerado estable durante d??cadas, cambi?? de manera dr??stica en cuesti??n de segundos y dej?? 57 v??ctimas mortales. Desde entonces ha trabajado en educaci??n y divulgaci??n, convencida de que la informaci??n cient??fica solo es efectiva si llega a la poblaci??n en riesgo.

En su visita m??s reciente a Armero, como parte de la VIII Bienal Nacional de Ni??os, Ni??as y J??venes que Viven en Zonas Volc??nicas organizada por el SGC ???que reuni?? a cerca de 300 ni??os y ni??as???, visiblemente conmovida la ge??loga estadounidense resalt?? que la muerte de las m??s de 25.000 personas que dej?? la tragedia del 85 no fue en vano, en la medida en que lo que se aprendi?? en materia de ciencia y gesti??n del riesgo en las ??ltimas cuatro d??cadas ya ha salvado miles de vidas alrededor del mundo.

Mar??a Alejandra L??pez Plazas

Periodista de Ciencia

@malelopezpl

Recorrido de la avalancha en la tragedia

En la siguiente animaci??n, la franja amarilla hace referencia al recorrido de la avalancha tipo lahar por el cauce del r??o Lagunilla . Las poblaciones aleda??as que se van se??alando se salvaron de ser arrolladas gracias a que se ubican a una mayor elevaci??n respecto al r??o.

Esta altimetr??a corresponde:

Recorrido del lahar.

Altura de los municipios.

Diana y Omaira

DIANA Y OMAIRA,

la memoria de dos amigas que Armero separ??

Los vecinos de los volcanes

LOS VECINOS DE
  LOS VOLCANES:

las voces de un pa??s que
habita sobre fuego

??Qui??n monitorea los volcanes en Colombia?

Colombia, al ser parte del Cintur??n de Fuego del Pac??fico, tiene una actividad volc??nica intensa. En respuesta a esta particularidad, desde hace casi cuatro d??cadas los geocient??ficos del Servicio Geol??gico Colombiano son los responsables de realizar la evaluaci??n y monitoreo de 25 estructuras volc??nicas activas del pa??s. Esta labor est?? a cargo de la Direcci??n T??cnica de Geoamenazas, que cuenta con tres observatorios vulcanol??gicos y sismol??gicos (OVS) ubicados en Manizales (Caldas), Popay??n (Cauca) y Pasto (Nari??o).

Navegue el mapa y descubra cada volc??n de nuestra bella Colombia Icono mano

Mapa de Colombia Mapa de Colombia
Mapa interactivo de volcanes Mapa interactivo de volcanes
OVS de Popay??n
16. Complejo volc??nico Nevado del Huila

Otras estructuras volc??nicas

OVS de Manizales

  • 2. Complejo volc??nico Cerro Espa??a
  • 8. El Escondido
  • 9. Guadalupe

OVS de Popay??n

  • 15. Cadena volc??nica Los Coconucos
  • 18. Cargachiquillo

Anatom??a de un volc??n

??C??MO NACE Y C??MO MUERE UN VOLC??N?

Los volcanes son ventanas a las entra??as de la Tierra.
Aunque solemos asociarlos con fuego y destrucci??n,
detr??s de su origen y de su muerte hay un proceso milenario que revela la energ??a de nuestro planeta.

Ciclo de vida de un volc??n - Desktop Ciclo de vida de un volc??n - Mobile

Magma, erupciones, lava y destrucci??n: esas son las se??ales inmediatas que llegan a la mente cuando pensamos en volcanes. Tambi??n en monta??as inmensas, cenizas y fumarolas, la expulsi??n com??n de gases que realizan estos gigantes de fuego.

Sin embargo, pocas personas se detienen a hacerse una pregunta b??sica: ??qu?? es, realmente, un volc??n? Seg??n explica Ana Mar??a Correa Tamayo, ge??loga y l??der del equipo de geolog??a de volcanes del Servicio Geol??gico Colombiano, un volc??n es la manifestaci??n en la superficie de los procesos que ocurren en el interior de la Tierra. Es el punto por donde el magma ???una mezcla de roca fundida, gases y cristales??? logra escapar hacia la superficie de la corteza terrestre, en forma de erupciones de lava (nombre que recibe el magma al salir) o, en algunos casos, hacia la atm??sfera, cuando se producen erupciones explosivas.

Ese magma proviene de las profundidades del planeta, all?? donde las temperaturas son tan altas que logran fundir la roca s??lida, en una zona denominada el manto terrestre, debajo de la corteza. Cuando encuentra una fractura o una zona d??bil, sube hasta acumularse en lo que los cient??ficos llaman reservorios o c??maras magm??ticas. Desde all??, dependiendo de las condiciones, puede salir en forma de erupciones o, por el contrario, solidificarse bajo tierra.

Ana Mar??a lo resume as??: ???Un volc??n no es solo la monta??a en forma de cono que solemos dibujar en los cuadernos del colegio. Es un sistema complejo de generaci??n, almacenamiento y transporte de magma, que en algunos casos alcanza la superficie y en otros queda atrapado dentro de la corteza???.

Del interior del planeta a la superficie

Para entender c??mo nace un volc??n, primero hay que descender, al menos en la imaginaci??n, al interior de la Tierra. La cient??fica utiliza una analog??a: la del huevo cocido. En ese modelo, la c??scara ser??a la corteza ???la capa s??lida m??s externa de la Tierra???, la clara corresponde al manto, y la yema al n??cleo. Entre esas capas ocurren procesos que desencadenan la actividad volc??nica.

El magma comienza a generarse en la astenosfera, ubicada en el manto superior, a unos 70 a 200 kil??metros de profundidad. Desde all?? asciende lentamente hasta la corteza, donde puede acumularse en c??maras a profundidades que van entre los 10 y los 25 kil??metros, aunque en algunos casos son mayores.

Esos reservorios de magma no siempre se convierten en volcanes. De hecho, en muchas ocasiones el material fundido nunca llega a la superficie. Lo que ocurre es que se solidifica bajo tierra, cristaliz??ndose y transform??ndose en rocas ??gneas, denominadas rocas plut??nicas. Con el paso de miles o millones de a??os, los procesos de erosi??n y levantamiento tect??nico terminan por dejar algunas de esas rocas al descubierto.

Un ejemplo de ello es la Piedra del Pe??ol, en Antioquia. Lo que hoy vemos como un imponente monolito es en realidad el ???coraz??n petrificado??? de un magma que nunca sali?? a la superficie. Ese magma pudo haber formado un volc??n en la regi??n, pero qued?? atrapado en las profundidades y se solidific?? lentamente. Solo mucho tiempo despu??s, los movimientos de las placas y la erosi??n hicieron que aflorara. ???La Piedra del Pe??ol es la prueba de que no todos los reservorios de magma llegan a convertirse en volcanes???, aclara Ana Mar??a.

Cuando el magma s?? logra abrirse paso, el proceso no es inmediato ni sencillo. Para salir necesita vencer la resistencia de la corteza, que funciona como una coraza. Lo hace a trav??s de fracturas que act??an como v??lvulas de escape. A medida que se libera, va acumul??ndose en superficie y formando lo que se conoce como edificio volc??nico; y es aqu?? donde encontramos las rocas ??gneas, denominadas tambi??n como rocas volc??nicas.

Ese edificio se construye lentamente, a lo largo de miles o unos pocos millones de a??os, en una especie de pulso entre el ascenso del magma y las fuerzas que se le oponen: la gravedad, la erosi??n, los sismos y otros fen??menos naturales. ???Los volcanes son luchadores constantes contra las fuerzas que intentan desgastarlos???, explica la experta. Y advierte que, muchos de ellos no son un ??nico edificio, sino un conjunto de estructuras que comparten un mismo sistema magm??tico, los cuales se denominan complejos volc??nicos.

Un caso claro es el del Complejo Volc??nico Galeras, en Nari??o. All?? se han identificado distintos edificios formados en diferentes etapas de actividad volc??nica: el Cariaco, hace 1,4 millones de a??os; Coba Negra, hace 1,1 millones; Genoy, hace 364 mil; Urcunina, hace 9 mil; y, finalmente, el actual Galeras, que se form?? dentro del Urcunina hace apenas 900 a??os. Cada uno de ellos fue un volc??n independiente, pero el complejo suele conocerse por el nombre del edificio m??s joven, aunque en realidad se trata de toda una familia de volcanes hermanados.

Los tipos de volcanes

Una vez formados, los volcanes se clasifican seg??n su historia de actividad. Existen volcanes activos, como el Nevado del Ruiz, el Galeras o el Nevado del Huila, que presentan erupciones o se??ales claras de actividad en los ??ltimos 10.000 a??os. Est??n tambi??n los volcanes inactivos, que no muestran actividad en la actualidad, pero podr??an reactivarse en alg??n momento. Y, finalmente, los volcanes extintos, aquellos que ya no tienen magma disponible para generar erupciones.

Sin embargo, como subraya la ge??loga, no es f??cil definir cu??ndo un volc??n est?? realmente inactivo. ???Todo depende de la escala temporal en la que nos situemos. Lo que, para nosotros, en la escala de vida humana, puede parecer eterno, en t??rminos geol??gicos es apenas un instante???. Es decir, un volc??n puede permanecer cientos o incluso miles de a??os sin actividad y luego volver a despertar, siempre y cuando su sistema magm??tico lo permita.

Pero, as?? como nacen, los volcanes tambi??n mueren. La muerte de un volc??n ocurre cuando ya no hay magma que lo alimente desde el interior de la Tierra. Sin ese combustible, sus estructuras comienzan a desgastarse por efecto de la erosi??n, los sismos y la propia gravedad. Poco a poco, los edificios volc??nicos se desmoronan o transforman, hasta convertirse en monta??as comunes que apenas conservan vestigios de su origen.

En este punto, muchos de los restos volc??nicos pueden confundirse con simples cerros o formaciones rocosas. Solo los estudios geol??gicos detallados permiten identificar que alguna vez fueron volcanes activos. ???Decir que un volc??n est?? muerto no es tan simple como parece, porque los tiempos geol??gicos son muy distintos a los nuestros???, enfatiza la experta.

Saber c??mo nacen para aprender a convivir con ellos

Comprender c??mo nacen y c??mo mueren los volcanes no es un ejercicio meramente acad??mico. En Colombia, pa??s atravesado por la cadena volc??nica de los Andes, esta informaci??n es vital para la seguridad de las comunidades. El equipo de Correa trabaja en elaborar mapas geol??gicos y geomorfol??gicos, herramientas que permiten identificar qu?? zonas son m??s vulnerables a una erupci??n o a fen??menos asociados como avalanchas, flujos de lodo o ca??da de ceniza.

???Conocer la historia de cada volc??n le permite a la comunidad que habita en el territorio bajo la influencia de ese volc??n a prepararse mejor ante posibles erupciones que ocurran en el futuro???, dice Ana Mar??a.

En ??ltimas, los volcanes son la manera en que la Tierra respira y se renueva. Nacen de procesos profundos, invisibles a simple vista, que tardan miles o millones de a??os. Crecen, se transforman y, eventualmente, mueren, dejando tras de s?? paisajes que a veces se convierten en maravillas naturales como el Cerro de Tusa, en el suroeste de Antioquia, o en gigantes que todav??a guardan fuego en sus entra??as, como el Nevado del Ruiz o el Galeras.

Preguntarse c??mo nace y c??mo muere un volc??n es, en el fondo, preguntarse c??mo funciona el planeta. Y en esa respuesta, dice Correa, est?? una de las claves para aprender a convivir con una Tierra viva, din??mica y en constante movimiento.

EDWIN CAICEDO
Periodista de Medioambiente y Salud
@CaicedoUcros

Las damas de los volcanes

Lourdes Narv??ez

Lourdes Narv??ez,

la cient??fica que entreg?? su vida al volc??n m??s activo de Colombia: el Galeras

Ingeniera, matem??tica y geof??sica, ha dedicado su vida al monitoreo de esta estructura geol??gica, ubicada en el sur del pa??s. Sobrevivi?? a un accidente en helic??ptero, vivi?? de cerca la tragedia de 1993 y ayud?? a identificar el temblor tornillo.

???Cada dato que conocemos de un volc??n en Colombia tiene un costo???, dice Lourdes Narv??ez, l??der t??cnica del Observatorio Vulcanol??gico y Sismol??gico de Pasto del Servicio Geol??gico Colombiano. Para ella, la frase no es solo ret??rica, es literal. De hecho, casi pierde la vida por investigar el volc??n al que le ha dedicado m??s de tres d??cadas de estudio.

Era noviembre de 2009 y ella sobrevolaba el Galeras en un helic??ptero Hughes 530 de la Fuerza A??rea Colombiana, adecuado especialmente para que los cient??ficos pudieran instalar sensores y tomar im??genes t??rmicas. El vuelo parec??a rutinario: fotograf??as, c??maras encendidas, un volc??n humeante bajo sus pies. Pero al regresar al aeropuerto de Chachag????, la aeronave perdi?? estabilidad y cay??.

El copiloto muri??. Lourdes sobrevivi??, atrapada en la cabina, pensando solo en una cosa: que no se perdiera la ??nica c??mara t??rmica con la que contaba Colombia para estudiar volcanes. ???Yo le dec??a a mi compa??ero: busque la c??mara, es la ??nica que tenemos. Y despu??s: las pilas, porque sin ellas no funciona???, recuerda. Para ella, ese episodio confirm?? una convicci??n: en la ciencia volc??nica, cada medici??n, cada gr??fico, cada informe, lleva detr??s sacrificios humanos, riesgos y p??rdidas. ???El dato tiene un costo, y a veces es muy alto???, recuerda.

As?? ha sido su vida: una entrega de m??s de treinta a??os al Galeras, el volc??n que acompa??a, vigila y a veces amenaza a Pasto, su ciudad natal. Para los pastusos, el Galeras es parte del paisaje, un s??mbolo visible desde cualquier esquina. Para Lourdes, adem??s, ha sido su laboratorio, su aula de clase y su misi??n vital.

Naci?? y creci?? en Pasto, y all?? estudi?? matem??ticas e ingenier??a civil en la Universidad de Nari??o. ???Yo siempre ve??a al Galeras desde mi ventana, pero lo miraba como parte del paisaje, no como un objeto de estudio???, recuerda. Cuando el volc??n se reactiv?? en 1989, la vida acad??mica y personal de Lourdes dio un giro inesperado. En ese entonces a??n no pensaba en volcanes; estaba concentrada en sus estudios. Pero pronto Ingeominas (hoy Servicio Geol??gico Colombiano) abri?? una convocatoria para j??venes interesados en apoyar el monitoreo, y ella, curiosa y aplicada, se sum??.

Lo que empez?? como un trabajo temporal termin?? convirti??ndose en vocaci??n. ???Uno no estudia vulcanolog??a, uno decide ser vulcan??logo???, dice. Y as?? lo hizo: se gradu?? en dos carreras, se form?? en geof??sica, curs?? una maestr??a en la Universidad Nacional y viaj?? a Jap??n y Haw??i a especializarse en monitoreo y gesti??n del riesgo volc??nico. ???La vulcanolog??a no es una carrera, es una pasi??n que lo acompa??a a uno toda la vida???, resume.

La tragedia que marc?? a la ciencia

La memoria del Galeras tambi??n est?? manchada por la tragedia. El 14 de enero de 1993, durante un taller internacional de vulcanolog??a, el volc??n hizo erupci??n de manera s??bita. Seis cient??ficos y tres turistas murieron alcanzados por rocas y gases ardientes. Muchos de ellos hab??an subido al cr??ter para observar su actividad, pese a se??ales que hoy ser??an interpretadas con m??s cautela.

Lourdes recuerda ese d??a como un golpe definitivo en su formaci??n: ???Ah?? sent?? de cerca el dolor de quienes pierden a su familia. Entend?? que trabajar con volcanes implica un costo enorme. Esa erupci??n nos dej?? una lecci??n sobre la prudencia en el campo, que sigue siendo fundamental en la vigilancia actual del Galeras???.

La tragedia del Ruiz, ocho a??os antes, ya hab??a sacudido a todo el pa??s. La erupci??n del 13 de noviembre de 1985 arras?? con Armero y dej?? m??s de 23.000 muertos. Lourdes era entonces estudiante. ???No dimensionaba todav??a lo que significaba una tragedia de esa magnitud???, dice. Pero con los a??os comprendi?? que ese evento no s??lo transform?? su vocaci??n, sino la pol??tica nacional de gesti??n del riesgo.

???Armero es un recordatorio permanente de que la ciencia debe estar al servicio de la vida. Cada informe que hacemos lleva esa memoria: no podemos permitir que algo as?? se repita en Colombia???, se??ala. En 2025, cuando se cumplen 40 a??os de la tragedia, su voz insiste en la misma idea: la vigilancia de los volcanes no es un lujo, es una necesidad vital para proteger comunidades enteras.

El hallazgo del temblor tornillo

De la mano del Galeras, Lourdes tambi??n fue protagonista de un descubrimiento cient??fico que hoy tiene nombre propio en la vulcanolog??a mundial: el temblor tornillo. Todo empez?? con la observaci??n de una se??al s??smica peculiar que aparec??a antes de algunas erupciones. ???Al principio pens??bamos que eran errores de los equipos???, recuerda. Pero al analizar los registros con colegas y bajo la gu??a del f??sico Bruno Martinelli, entendieron que no se trataba de fallas, sino de un fen??meno nuevo.

El sism??logo Roberto Torres fue quien, al ver la forma de la onda, la compar?? con un tornillo de rosca golosa. El nombre peg??. Lourdes identific?? que, en Galeras, estas se??ales preced??an a muchas erupciones: eran una advertencia de que la presi??n de gases aumentaba en el interior del volc??n. ???Descubrimos que el tornillo era un aviso de que algo estaba cambiando en el interior. No todos los volcanes lo muestran, pero en Galeras lo vimos con claridad???, explica.

Hoy, el ???tornillo??? es reconocido en observatorios de todo el mundo y es parte de la caja de herramientas con la que los vulcan??logos interpretan la actividad de estas estructuras geol??gicas. Para Lourdes, es un s??mbolo de c??mo desde Pasto, con sus investigaciones, se ha aportado al conocimiento global.

Y es que, en un campo que en muchos pa??ses sigue siendo dominado por hombres, Lourdes reivindica con orgullo el papel de las mujeres en la vulcanolog??a colombiana. Su mentora fue Martha Calvache, pionera en el estudio de volcanes y referente internacional. ???Ella fue mi primera jefa y la persona que m??s me ha inspirado, no solo como profesional sino como ser humano???, dice.

A lo largo de los a??os, Narv??ez ha visto crecer una generaci??n de vulcan??logas que hoy lideran observatorios, investigan y ense??an. ???En el Servicio Geol??gico siempre ha sido natural que haya mujeres en cargos importantes. Nunca fue una imposici??n de cuotas: se nos valor?? por nuestra capacidad y nuestro trabajo. Eso nos ha fortalecido???, dice.

Su propio liderazgo lo confirma. Desde Pasto coordina a un equipo t??cnico que trabaja d??a y noche para que la vigilancia del Galeras ???y de otros volcanes del sur del pa??s??? se mantenga. ???Somos un gran equipo, comprometido con salvar vidas y con fortalecer la cultura volc??nica en Colombia???, agrega.

A sus 58 a??os, Lourdes no concibe su vida lejos de Pasto ni del Galeras. All?? nacieron y crecieron sus dos hijos, ambos m??dicos, que hoy la miran con orgullo. Est?? casada hace m??s de tres d??cadas y proviene de una familia numerosa: nueve hermanos, un hogar que, seg??n dice, le ense???? a valorar el papel de la mujer desde la infancia. ???Vengo de un padre que nunca fue machista, que siempre nos valor?? por ser mujeres. Tal vez por eso se me hizo natural crecer en la ciencia??? a??ade.

Su amor por Pasto es tan fuerte como su amor por el Galeras. ???Es una ciudad peque??a que me ha permitido crecer y servirle???, dice. Y aunque ha tenido oportunidades de trabajar en otros lugares, siempre ha preferido quedarse junto al volc??n que la hizo vulcan??loga.

'Mantener el monitoreo???

Despu??s de m??s de 30 a??os de trabajo, Lourdes sabe que la ciencia de los volcanes en Colombia ha avanzado de manera notable. Hoy el pa??s cuenta con tres grandes observatorios y una red nacional que vigila 25 estructuras volc??nicas con cerca de 400 sensores en tiempo real. Se utilizan im??genes satelitales, inteligencia artificial y tecnolog??a de punta para anticipar riesgos. El pa??s se ha convertido en referente en Am??rica Latina, al punto que expertos colombianos han ayudado a crear observatorios en Chile, Argentina y El Salvador.

Pero no se conforma. ???Mantener el monitoreo es fundamental y es dif??cil. Necesitamos apoyo constante del Gobierno Nacional, no solo para sostener las redes, sino para transmitir la informaci??n a las comunidades. La ciencia no tiene sentido si no llega a la gente???, advierte.

En su visi??n, la clave est?? en la educaci??n, en la apropiaci??n social del conocimiento y en la capacitaci??n de nuevas generaciones de vulcan??logos. ???Ya hay j??venes form??ndose, pero necesitamos que siempre se sigan capacitando. La renovaci??n de equipos y la formaci??n de profesionales debe continuar, porque de este trabajo depende la seguridad de miles de personas que viven cerca de los volcanes???.

La historia de Lourdes Narv??ez es, al mismo tiempo, la historia del Galeras y de la vulcanolog??a colombiana. Ha visto tragedias y avances, ha llorado a colegas y ha celebrado descubrimientos. Sobrevivi?? a un accidente a??reo y convirti?? el miedo en compromiso. Form?? a decenas de profesionales y consolid?? un observatorio que hoy es ejemplo internacional.

Cuando mira hacia atr??s, vuelve a aquella frase con la que empez??: ???Cada dato que conocemos de un volc??n en Colombia tiene un costo???. Lo dice sin dramatismo, como quien ha aprendido que la ciencia, cuando se hace con pasi??n y responsabilidad, siempre se paga con algo: tiempo, sacrificio, riesgo. En su caso, tambi??n con una vida entera entregada a Pasto, a la ciencia y al volc??n Galeras, su eterno compa??ero.

EDWIN CAICEDO
Periodista de Medioambiente y Salud
@CaicedoUcros

Vulcan??loga 2

Gloria Cort??s,

cuatro d??cadas aprendiendo a vivir con el fuego de la Tierra

Con cuarenta a??os de experiencia, esta ge??loga ha visto de primera mano la evoluci??n de la historia de la vulcanolog??a en el pa??s. Dos tragedias le ense??aron que la ciencia sola no salva vidas, debe llegar a las comunidades.

En su infancia, a Gloria Patricia Cort??s Jim??nez no se le cruz?? por la cabeza ser ge??loga. Durante muchos a??os, esta manizale??a ???la mayor de cinco hijos??? tuvo claro que quer??a ser doctora. Sin embargo, esa certeza cambi?? cuando su padre, quien tambi??n era su profesor de qu??mica, llev?? a clase al ge??logo Alberto Villegas, quien promov??a la reci??n creada Facultad de Geolog??a y Minas de la Universidad de Caldas y les habl?? del fascinante mundo del petr??leo.

En esos hechos fortuitos de la vida que a veces parecen se??ales, a esa visita se le sum?? la invitaci??n que le hizo Villegas a los estudiantes para que visitaran una exposici??n itinerante del Ingeominas (hoy Servicio Geol??gico Colombiano), de la que Gloria sali?? llena de plegables, postales y muestras de roca, adem??s de la decisi??n de dejar a un lado la medicina para encaminarse definitivamente en el estudio de la Tierra.

Pero hasta ese momento, a la Gloria de aquella ??poca tampoco se le hab??a pasado por la cabeza que terminar??a siendo vulcan??loga, y mucho menos que se convertir??a en una de las pioneras en escribir la historia de esta ciencia en Colombia, que se ha consolidado durante los ??ltimos 40 a??os. Las mismas cuatro d??cadas que completa hoy esta mujer estudiando volcanes, precisamente en el Servicio Geol??gico Colombiano, la instituci??n que le permiti?? dar su primer vistazo a ese mundo donde las rocas cuentan la historia de lo que pas?? y de lo que podr??a volver a ocurrir.

Como la historia misma de la vulcanolog??a en nuestro pa??s, la vida personal y profesional de Gloria fue marcada por la tragedia del 13 de noviembre de 1985, cuando, por cuenta de la erupci??n del volc??n Nevado del Ruiz, bajaron por la ladera de esta monta??a los lahares m??s mort??feros en la historia de la humanidad ???una mezcla densa de material volc??nico y agua??? que arrasaron con m??s de 25.000 vidas en Armero (Tolima) y Chinchin?? (Caldas).

???En esa tragedia perd?? a mi mejor amiga de la carrera y tambi??n a otros compa??eros de la facultad. Ellos, sin tener como destino Armero aquella noche, pasaron por all?? y, junto con el conductor y un profesor, tomaron la decisi??n de quedarse en ese lugar. All?? murieron 20 personas. Ese hecho marc?? un proceso personal muy duro: al comienzo sent?? odio hacia el volc??n Nevado del Ruiz, pero pronto comprend?? que ??l no ten??a la culpa???, recuerda esta cient??fica sobre aquel viaje de pr??ctica en paleontolog??a del que tambi??n iba a hacer parte, pero al que no pudo asistir por un examen que no logr?? aplazar.

???Lo que fall?? fue la ausencia de gesti??n del riesgo, de prevenci??n, de preparaci??n del pa??s y de las comunidades. A partir de esa experiencia empec?? a involucrarme como estudiante asistente durante varios a??os, realic?? mi tesis en temas de vulcanolog??a y sismolog??a, y as?? comenz?? mi camino en esta disciplina???, recuerda Gloria sobre esos primeros momentos en los que pas?? de ser una estudiante de cuarto semestre de geolog??a a una de las primeras personas que se dedicaron al monitoreo de volcanes en el pa??s.

El piso 11 del Banco Cafetero

Apenas un mes despu??s de la erupci??n del Ruiz, en diciembre de 1985, Gloria fue llamada junto con otros estudiantes para apoyar a los cient??ficos extranjeros y nacionales que instalaban los primeros equipos de observaci??n. En turnos de cuatro horas, de madrugada o en plena noche, comenz?? a vigilar las se??ales s??smicas que revelaban los movimientos internos del volc??n. Lo que empez?? como un trabajo ocasional termin?? siendo la puerta de entrada definitiva a la vulcanolog??a y al Servicio Geol??gico Colombiano, entidad en la que ha estado toda su vida profesional.

Su carrera tom?? un nuevo rumbo cuando, tras consolidarse el Observatorio Vulcanol??gico de Manizales en 1986, se reactiv?? hacia finales de los a??os ochenta el volc??n Galeras, en Nari??o. Ante la necesidad de contar con un equipo permanente en la regi??n, el Ingeominas abri?? una convocatoria para conformar el segundo observatorio vulcanol??gico del pa??s, en Pasto. Gloria fue seleccionada entre decenas de postulantes y, en 1989, comenz?? all?? su trabajo profesional.

La actividad de Galeras fue intensa en aquellos a??os, lo que convirti?? a ese observatorio en un centro de referencia para la investigaci??n y la gesti??n del riesgo volc??nico en el sur del pa??s. ???Al inicio mi labor se concentr?? en la sismolog??a volc??nica, pero luego particip?? en estudios geol??gicos, estratigraf??a de volcanes y elaboraci??n de mapas de amenaza. Todo eso fue construyendo una base de conocimiento indispensable para la reducci??n del riesgo en las comunidades aleda??as???, explica.

Con el tiempo, su trayectoria se ampli?? m??s all?? del ??mbito estrictamente t??cnico. Desde 2010 asumi?? la coordinaci??n nacional del proyecto de monitoreo volc??nico del Servicio Geol??gico Colombiano, lo que implic?? pasar de las horas de observaci??n directa frente a las pantallas s??smicas a la tarea de orientar equipos, dise??ar planes de gesti??n del riesgo, y promover la educaci??n y divulgaci??n cient??fica entre las comunidades.

???Esa ha sido una parte fundamental: lograr que la informaci??n llegue a quienes viven en las zonas de influencia volc??nica y que el conocimiento se traduzca en prevenci??n y preparaci??n. Esa fue la gran lecci??n del Nevado del Ruiz: no basta con tener la ciencia, es necesario que las comunidades la hagan suya para que pueda salvar vidas???, dice con serenidad.

Las ense??anzas del Galeras

Gloria ha caminado las laderas de cerca de 30 volcanes. Algunos los conoce palmo a palmo, como el Galeras, donde pas?? siete a??os de trabajo intenso, y otros los ha visto solo en fotograf??as satelitales o a trav??s de los estudios m??s recientes del Servicio Geol??gico Colombiano. ???Me falta, por ejemplo, el Nevado del Huila, que es uno de los m??s alejados de Popay??n. Esos siguen siendo un reto, incluso para quienes trabajan all??. Pero al sur casi los conozco todos: Galeras, Chiles, Cerro Negro, Do??a Juana, Azufral??? Son volcanes que recorr?? muchas veces, a veces con nervios, porque el orden p??blico en Colombia no siempre nos permit??a llegar tranquilos. En algunos no pod??amos ingresar y en otros lo hac??amos con susto, con temor, pero siempre con la certeza de que val??a la pena???, recuerda.

De todos esos nombres que enumera, el Galeras es el que m??s la marc??. All?? empez?? su vida profesional, conoci?? a su esposo y naci?? su primer hijo. Pero tambi??n fue el escenario de otra tragedia que marc?? su carrera: la erupci??n del 14 de enero de 1993. Ese d??a se realizaba un taller internacional porque el Galeras hab??a sido designado como ???Volc??n de la D??cada??? para Suram??rica, dentro de un programa que buscaba promover la investigaci??n de los volcanes activos cercanos a centros poblados. Pasto se prepar?? durante meses para recibir a expertos de todo el mundo. Lo que deb??a ser un encuentro acad??mico termin?? convertido en una de las p??ginas m??s tristes de la vulcanolog??a nacional.

La fecha del ascenso al cr??ter se hab??a cambiado por una coincidencia por cuenta de las medidas de racionamiento energ??tico impuestas en esa ??poca por la llamada ???Hora Gaviria???: el d??a originalmente previsto para la salida de campo no hab??a energ??a en la ciudad, y ante la dificultad para hacer las presentaciones sin electricidad, se opt?? por aplazar la visita un d??a. Esa decisi??n termin?? enfrentando a decenas de investigadores con un volc??n que, a simple vista, parec??a calmado.

???Hasta ese momento, lo que conoc??amos de volcanes como el Ruiz era que antes de erupcionar ten??an mucha sismicidad, salidas de gases, explosiones menores. Pero el Galeras mostraba lo contrario: tras destruir su domo de lava en julio del 92, parec??a que hab??a quedado tranquilo. Y no entendimos que lo que en realidad estaba ocurriendo era que se estaba presurizando por dentro???, relata Gloria.

Cuando el volc??n hizo erupci??n, cerca de la una de la tarde, varios grupos de cient??ficos se encontraban distribuidos en diferentes zonas de la monta??a. El m??s afectado fue el que hab??a llegado en ese momento hasta el cr??ter. All??, proyectiles bal??sticos alcanzaron a nueve personas. Otros resultaron heridos mientras trataban de escapar de la avalancha de rocas y gases. Gloria no estaba en ese grupo: ella hab??a salido desde temprano hacia una comisi??n m??s lejana, que bordeaba el volc??n en un recorrido de varias horas. La noticia del desastre le lleg?? mientras a??n estaba en camino.

???Fue muy triste, porque entendimos a un costo alt??simo que cada volc??n se comporta de manera distinta. El Galeras nos ense???? que la calma aparente no siempre es buena noticia. Sus se??ales eran m??nimas, pero muy especiales, y no supimos leerlas a tiempo. Solo despu??s, con m??s erupciones en los a??os siguientes, entendimos que ese patr??n de actividad ???con poca sismicidad superficial, pero con el volc??n tapado por dentro??? era su firma particular???, explica.

Esa experiencia, dice, cambi?? para siempre la forma de observar y estudiar los volcanes en Colombia. Desde entonces, la vulcanolog??a nacional ha invertido a??os en reconstruir la historia eruptiva de cada monta??a, establecer sus bases instrumentales y reconocer sus se??ales propias.

La ciencia sola no salva vidas

Cuando la cient??fica mira hacia atr??s y recuerda sus a??os de estudiante en la Universidad de Caldas, reconoce que el camino no fue f??cil. ?????ramos 60 prim??paros y solo 9 mujeres. A veces uno no sab??a bien a qu?? se estaba metiendo, era un mundo de hombres y hab??a profesores que dec??an directamente que esto no era para mujeres???, cuenta. A los retos acad??micos se sumaban las duras salidas de campo, cargar equipos pesados, caminar durante horas bajo el sol o el fr??o, y la incomodidad de vestir botas pantaneras o ropa masculina para poder trabajar en el terreno. ???Era como si la carrera misma nos pusiera a prueba para ver si resist??amos. Lo hicimos. Y con el tiempo entend?? que uno no ten??a que seguir corriendo detr??s de nadie, sino aprender a observar a su propio ritmo, como un detective que descifra qu?? dicen las rocas???, recuerda.

Esa resiliencia la llev?? a convertirse en parte fundamental de un campo en el que hoy las mujeres tienen una presencia destacada. La experta resalta que la vulcanolog??a colombiana se ha construido con el esfuerzo de hombres y mujeres que, poco a poco, han derribado barreras de g??nero y consolidado una disciplina que hoy es referente en Am??rica Latina. ???Al principio parec??a que no era para nosotras, pero ahora somos muchas las que hemos demostrado lo contrario. Y eso me alegra profundamente, porque quiere decir que el camino, aunque dif??cil, se abri?? para las nuevas generaciones???.

En ese recorrido, su familia ha sido un soporte importante. Su esposo, tambi??n vinculado al Servicio Geol??gico Colombiano, entendi?? desde el inicio lo que significaba esta vocaci??n: jornadas largas, viajes imprevistos, largas noches observando sismogramas y la incertidumbre permanente que supone trabajar con monta??as que despiertan cuando quieren. ???No lo hice sola. He contado con un compa??ero que comprende lo que significa amar los volcanes, con mis hijos que aprendieron desde peque??os a compartirnos con este oficio, y con mis padres y hermanos, que muchas veces cuidaron de ellos cuando yo no pod??a estar en casa. Sin esa red de apoyo, este camino no habr??a sido posible???, afirma.

Aunque ha escalado monta??as en Colombia, viajado a Jap??n para conocer de primera mano c??mo se trabaja la educaci??n volc??nica, y recorrido escenarios como Islandia o M??xico, para ella la ense??anza m??s grande sigue viniendo de las comunidades. All??, en los pueblos que viven bajo la sombra de los volcanes, Gloria ha encontrado el verdadero sentido de la gesti??n del riesgo. ???La ciencia sola no salva vidas. Lo que aprendimos en 1985 es que necesitamos trabajar con la gente, con sus autoridades, con los medios, con los ni??os en las escuelas. Jap??n es un ejemplo en ese sentido: all?? la prevenci??n se ense??a desde la infancia, porque saben que no tienen a d??nde huir. Conviven con sus volcanes y se preparan para ellos???.

Por eso insiste en que la tragedia de Armero, m??s all?? de la herida inmensa que dej??, debe servir como motor de cambio. ???Con el Ruiz cargamos todav??a un fantasma, el miedo que qued??. Pero ese miedo no puede paralizarnos. Tenemos que transformarlo en educaci??n, en preparaci??n, en apropiaci??n del conocimiento. Porque los volcanes seguir??n all??, y nuestro reto es aprender a vivir con ellos sin repetir la historia???.

MAR??A ALEJANDRA L??PEZ PLAZAS
Periodista de Ciencia
@malelopezpl

Vulcan??loga 3

Mar??a Luisa Monsalve,

la cient??fica que encontr?? el ??ltimo volc??n conocido en Colombia

Regres?? al pa??s tras la tragedia de Armero y desde entonces ha dedicado su vida a estudiar los volcanes. En 2013 descubri?? el Escondido y abri?? una nueva ruta para entender estructuras volc??nicas peque??as que tambi??n marcan el riesgo en Colombia.

La pasi??n por los volcanes siempre estuvo all??. Mar??a Luisa Monsalve lo sab??a incluso antes de que en Colombia despertara la conciencia de que vivimos rodeados de gigantes dormidos. Esa vocaci??n silenciosa fue la que la llev?? en 1985, mientras estudiaba su maestr??a en la Universidad Pierre y Marie Curie de Par??s, a tomar una decisi??n que marcar??a su vida. La erupci??n del Nevado del Ruiz y la tragedia de Armero la empujaron a regresar al pa??s sin dudarlo un segundo. ???Yo decid?? volver porque sent?? que ten??a que estar aqu??, que hab??a que investigar y comprender los volcanes de Colombia, cuando casi nadie lo hac??a???, recuerda.

Aquella determinaci??n, que ella llama ???suerte???, pero que es m??s bien una devoci??n absoluta por la vulcanolog??a, la condujo a recorrer el mundo durante cuatro d??cadas, entre laboratorios en Ginebra, proyectos en Estados Unidos y las monta??as ardientes de los Andes colombianos. Monsalve no vivi?? en carne propia la tragedia de Armero, porque estaba en Francia, pero nunca dej?? de sentirla como un llamado: ???No podemos olvidar que hubo una tragedia. Si lo olvidamos, perderemos el inter??s en los volcanes y otra tragedia podr??a ocurrir???, advierte.

Su nombre qued?? inscrito en la memoria cient??fica de Colombia cuando, en 2013, descubri?? el volc??n Escondido, el ??ltimo en ser identificado en la historia reciente del pa??s. Y desde entonces abri?? la puerta para que los vulcan??logos comenzaran a mirar m??s all?? de los grandes colosos andinos y prestaran atenci??n a los peque??os conos desperdigados en distintos rincones, estructuras que tambi??n son parte del mapa de amenazas y del patrimonio geol??gico.

Monsalve habla de los volcanes como si fueran personas. ???Ellos hablan a trav??s de sus erupciones. No pueden mentirnos, pero interpretarlos es muy dif??cil. A veces parecen transparentes y otras veces son enigm??ticos???, dice. Y como con las personas, su sue??o es que un d??a podamos entenderlos de verdad, sin margen de error. Hasta entonces, dice, seguir?? trabajando ???con la convicci??n de no dejar nada pendiente??? como vulcan??loga del Grupo de Amenaza y Riesgos Geol??gicos del Servicio Geol??gico Colombiano (SGC).

El regreso tras Armero

Mar??a Luisa Monsalve naci?? en Bogot?? hace 66 a??os. Estudi?? geolog??a en la Universidad Nacional de Colombia, en un tiempo en que la vulcanolog??a no exist??a como carrera ni como campo de investigaci??n consolidado en el pa??s. ???Siempre tuve la suerte de inclinarme hacia los volcanes. Hice mi tesis de pregrado en la Chec (Central Hidroel??ctrica de Caldas) en geotermia, alrededor del Nevado del Ruiz. Fue mi primer acercamiento???, cuenta.

Despu??s de graduarse, viaj?? a Francia, a la Universidad Pierre y Marie Curie, donde comenz?? una maestr??a en Ciencias de la Tierra. All??, a miles de kil??metros de Colombia, estall?? el Ruiz en noviembre de 1985. Mientras el lodo arrasaba con Armero, Monsalve entendi?? que su destino no estaba en Par??s sino en la monta??a. Decidi?? regresar y golpear las puertas de Ingeominas, la entidad a la que el gobierno hab??a encomendado el monitoreo volc??nico tras la tragedia.

???Llegu?? en 1986, cuando apenas se estaba organizando el Observatorio Vulcanol??gico de Manizales con el apoyo de expertos extranjeros. No estuve durante la erupci??n, pero s?? desde el inicio de ese proceso de formaci??n. Entr?? en la regional de Popay??n, aunque desde all?? tambi??n apoy??bamos al Ruiz. Fue un tiempo de aprendizaje constante. No sab??amos casi nada y ten??amos que aprender todo???, recuerda.

El pa??s se enfrentaba a un conocimiento que apenas se abr??a. Con cada dato recogido, se empezaba a dibujar una ciencia nueva en Colombia. Monsalve lo vivi?? con entusiasmo, aun en medio de la precariedad t??cnica y del dolor social que dej?? la avalancha.

Su formaci??n no se detuvo all??. En 1989 viaj?? a Suiza para iniciar un doctorado en la Universidad de Ginebra. No pudo terminarlo por razones institucionales, pero esa experiencia le dio la perspectiva de una ciencia global que luego aplicar??a en Colombia. ???Siempre tuve mucha suerte, cada paso me fue llevando de un volc??n a otro, de un pa??s a otro, y siempre aprendiendo???, dice.

M??s tarde, en los a??os 2000, vivi?? en Estados Unidos, donde trabaj?? en la Universidad de Miami con volcanes de Haw??i e Islandia. Siete a??os despu??s regres?? a Colombia y, en 2010, tras ganar un concurso de m??ritos, volvi?? como funcionaria del Servicio Geol??gico.

El volc??n Escondido

En 2013, mientras trabajaba con el grupo de geotermia del SGC en el volc??n San Diego, en el nororiente de Caldas, Monsalve y su equipo siguieron la pista de unas fuentes termales. Lo que encontraron cambiar??a el mapa geol??gico del pa??s: en una cantera hallaron dep??sitos que solo pod??an haber sido expulsados por un volc??n cercano, distinto de los conocidos.

???Era claro que esos materiales no ven??an de San Diego ni de Cerro Bravo. Ten??a que haber otro volc??n. Buscamos y encontramos el cr??ter abierto. Entonces dije: este volc??n estaba escondido. Y as?? se qued??: el Escondido???, cuenta entre risas.

El hallazgo no solo signific?? el descubrimiento de un nuevo volc??n activo en Colombia, sino que abri?? la mirada hacia una categor??a distinta: los campos volc??nicos monogen??ticos, conjuntos de peque??os conos que suelen tener una sola erupci??n en su vida. ???Desde ese hallazgo, identificamos al menos 28 estructuras volc??nicas en esa regi??n. Ya no era s??lo el Escondido, era toda una nueva manera de entender el vulcanismo en Colombia???, explica.

Ese episodio marc?? su carrera y la consolid?? como referente. Gracias a su trabajo, Colombia dej?? de pensar en volcanes ??nicamente como monta??as gigantes y empez?? a reconocer que los peque??os tambi??n forman parte de la ecuaci??n de riesgo y de la historia geol??gica.

Los volcanes como personas

Para Monsalve, cada volc??n tiene personalidad. Le fascinan todos, pero hay uno que la impresiona especialmente: el Mach??n. ???Es uno de los m??s explosivos y est?? en el centro del pa??s, rodeado de miles de personas. Su ubicaci??n lo hace a??n m??s importante. Alg??n d??a tendremos que saber c??mo responder a su actividad???, advierte.

Habla con familiaridad de cada uno, como si fueran viejos conocidos: el Galeras, ???m??s calmado pero muy activo???; el Do??a Juana, ???poderoso en el sur???; el Cerro Bravo, ???explosivo y peligroso???. Todos tienen algo que contar. ???Convivimos con ellos. Nos dan tierras f??rtiles, paisajes y agua, pero tambi??n debemos saber c??mo reaccionar ante su naturaleza. Son vecinos con los que tenemos que aprender a vivir???, explica.

En estos a??os tambi??n ha visto crecer la vulcanolog??a en Colombia. De un observatorio en 1985 se pas?? a tres ???Manizales, Popay??n y Pasto???, con equipos interdisciplinarios y un sistema de gesti??n del riesgo consolidado. ???Hemos avanzado mucho, sobre todo en la interacci??n con las comunidades. Eso es clave: que la gente entienda qu?? es un volc??n y qu?? debe hacer cuando entra en actividad???, dice.

El suyo es tambi??n un liderazgo femenino. Junto a Martha Calvache, Lourdes Narv??ez, Gloria Patricia Cort??s y otras investigadoras, Monsalve ha marcado un camino en el que las mujeres han sido protagonistas. ???Creo que el SGC siempre apoy?? nuestro papel. Nunca sent?? discriminaci??n. M??s bien somos muchas las que hemos impulsado este campo. Y las nuevas generaciones, en su mayor??a mujeres, tambi??n vienen con mucha fuerza???, asegura.

Su vida personal ha transcurrido paralela a los volcanes. Tiene un hijo, hoy dedicado a las relaciones internacionales, y conserva la misma energ??a que cuando empez?? a escalar monta??as para estudiar su interior magm??tico. ???No quiero dejar nada pendiente. La pasi??n que siento por los volcanes me impide dejar mis investigaciones a medias???, dice.

El futuro, dice, es prometedor. Cree que las nuevas generaciones de vulcan??logos, algunos inspirados en sus investigaciones, podr??n dar pasos a??n m??s grandes. ???Mientras haya conciencia de que necesitamos entender los volcanes, esta ciencia seguir?? creciendo???, afirma.

Y mientras eso ocurre, Monsalve seguir?? revisando datos, impulsando proyectos, caminando monta??as. Los volcanes, como las personas, siguen habl??ndole en su lenguaje de erupciones, fumarolas y sismos. Ella escucha, interpreta y escribe su historia. Una historia que no quiere dejar inconclusa.

Porque si algo define a Mar??a Luisa Monsalve es esa convicci??n: no dejar nada pendiente con los volcanes.

EDWIN CAICEDO
Periodista de Medioambiente y Salud
@CaicedoUcros

Vulcan??loga 4

Martha Luc??a Calvache,

madre de la vulcanolog??a en Colombia

De Armero al Galeras, la historia de Marta Luc??a Calvache se confunde con la del estudio de los volcanes en el pa??s. Pionera, maestra y testigo de las mayores tragedias, dedic?? su vida a entender ???y ense??ar a entender??? estas estructuras geol??gicas.

El de Marta Luc??a Calvache es un nombre recurrente cuando se habla de la historia de la vulcanolog??a en Colombia. Su experiencia le ha merecido que sus colegas la denominen la madre de esta rama de la geolog??a en el pa??s, y que en la opini??n p??blica le hayan dado el t??tulo de ???la dama de los volcanes???, una denominaci??n que agradece, pero con la salvedad de que considera que, a fen??menos naturales, como la actividad volc??nica, no deben humanizarse, porque esto podr??a complicar su explicaci??n a las comunidades.

???A veces se dice que el volc??n se ensa???? con la comunidad de tal sitio, o que vino a hacerles da??o a las personas. Lo cual no es correcto. Son fen??menos naturales que ocurren y somos las personas las que debemos decidir con el conocimiento que debemos tener del territorio d??nde estamos viviendo???, explica la experta en referencia a esa tarea que nunca ha dejado de lado, la de mostrarle a los colombianos que hay que aprender de nuestros volcanes para vivir con ellos. Marta naci?? en Pasto, con el volc??n Galeras a nueve kil??metros. Pero para sus a??os universitarios la vida ya la hab??a llevado a vivir a Bogot??. Como el mar no estaba lo suficiente cerca para materializar sus sue??os de seguir el ejemplo de Jacques Cousteau, sigui?? el de sus familiares ge??logos, que en sus salidas de campo se acercaban a la naturaleza para resolver interrogantes sobre los f??siles y las monta??as. Cuando entr?? a geolog??a en la Universidad Nacional, fue una de las dos mujeres en su semestre (la otra era Mar??a Luisa Monsalve, quien hoy es vulcan??loga del Grupo de Amenaza y Riesgos Geol??gicos del Servicio Geol??gico Colombiano) y de las pocas que hac??an parte de la carrera. Juntas llegaron a hacer su tesis en la Chec (la Central Hidroel??ctrica de Caldas), donde estaban impulsando un proyecto de geotermia que buscaba aprovechar el calor de los volcanes del Parque Nacional Natural de los Nevados ???principalmente del Ruiz??? para la producci??n de energ??a. La puerta de entrada para ambas al mundo de la vulcanolog??a, uno que, por aquella ??poca, previa a la tragedia de Armero, era pr??cticamente desconocido para gran parte del pa??s. Los volcanes y la geotermia la llevaron de Ecuador a Nueva Zelanda, y mientras Marta iba por el mundo aprendiendo de expertos como el italiano Franco Barberi, el Ruiz empez?? a mostrar signos de reactivaci??n en 1984. Marta fue de esos cient??ficos preocupados que viajaron a Manizales para empezar a seguir ese comportamiento extra??o que no auguraba nada bueno para un pa??s que no estaba preparado para una erupci??n. ???Desde febrero hab??a grupos de personas que nos interesaba conocer m??s sobre el volc??n. No ten??amos muchos medios para conseguir los instrumentos para medir algunos elementos de la actividad del volc??n. ??bamos cada mes o cada dos meses al cr??ter. Justamente el doce de noviembre estuvimos all??, porque la semana anterior no se hab??a podido por mal tiempo???, recuerda la cient??fica. El tr??gico 13 de noviembre de 1985 Marta estaba en Manizales. Al d??a siguiente, y sin conocer a??n cu??l hab??a sido la magnitud de los efectos de los lahares que bajaron desde las laderas del volc??n y arrasando con Armero y parte de Chinchin??, ella, junto a otros cient??ficos, intentaron subir al Ruiz para recuperar los datos del sismograma con el que en ese momento ???y sin los sensores remotos con los que cuentan hoy los expertos del SGC??? se hac??an esfuerzos por conocer qu?? estaba pasando con el volc??n. ???El catorce llegamos hasta una parte subiendo por la carretera que va al parque y a Murillo, hasta el r??o Gual??. De ah?? no se ha podido seguir en carro, se intent?? caminar, pero ya era muy tarde y no se pudo. Al otro d??a llegamos hasta ah?? en carro y se subi?? caminando hasta el borde del glaciar, donde estaba el refugio, y vimos c??mo este hab??a sido destruido por los flujos pirocl??sticos o corrientes de densidad pirocl??stica. Ah?? se recuper?? el sismograma de una estaci??n que estaba relativamente cerca al refugio???, recuerda Marta. Hoy resulta dif??cil de imaginar, pero hace 40 a??os, en un pa??s con 25 complejos volc??nicos, no exist??a ni una sola estaci??n de monitoreo telem??trico que pudiera indicar si el Ruiz har??a erupci??n de nuevo. La primera lleg?? d??as despu??s de la erupci??n, tiempo que el pa??s pas?? en una total incertidumbre, cuando un grupo de apoyo del Servicio Geol??gico de Estados Unidos la instal?? en las laderas del Ruiz. ???La dama de los volcanes??? En los meses que siguieron a la tragedia de Armero, el pa??s entendi?? que necesitaba con urgencia una instituci??n capaz de estudiar y vigilar los volcanes. Fue as?? como, en 1986, el entonces Ingeominas asumi?? la responsabilidad de conocer, monitorear y caracterizar los sistemas volc??nicos de Colombia. Ese mismo a??o, Marta fue invitada a sumarse al reci??n creado Observatorio Vulcanol??gico de Colombia, en Manizales, el primero del pa??s. ???Empec?? como ge??loga en el observatorio y fue una ??poca muy intensa. Lleg?? mucha gente de muchos pa??ses con experiencia en volcanes???, recuerda Marta sobre aquel laboratorio improvisado en Manizales que se convertir??a en el coraz??n t??cnico de una red nacional. Desde esa posici??n, la investigaci??n de los volcanes de nuestro pa??s la llevaron hasta Estados Unidos y Jap??n para hacer sus estudios de posgrado. Los mismos que centr?? en el volc??n Galeras y el complejo volc??nico del que esta estructura hace parte. Cuando regres?? definitivamente al pa??s, ya Colombia contaba con un nuevo observatorio en Pasto, desde el que se segu??a de cerca los signos de reactivaci??n de esta estructura. ???Me vincul?? all??, inicialmente como ge??loga, y m??s adelante asum?? el cargo de coordinadora del observatorio???, recuerda. Con el tiempo, se traslad?? a Bogot?? para asumir como directora de Geoamenazas tras la transformaci??n del Ingeominas en Servicio Geol??gico Colombiano, un cargo que supervisa y coordina la vigilancia en el pa??s de los sismos, la actividad de los volcanes y los movimientos en masa, una tarea de 24 horas al d??a, los siete d??as de la semana. Pero la ???dama de los volcanes??? no solo conoce del poder de estas estructuras ??nicamente desde lejos. La doctora Calvache tambi??n fue una de las cient??ficas que fue testigo de la tragedia del Galeras el 14 de enero de 1993, cuando nueve personas, entre vulcan??logos y turistas, murieron por cuenta de una peque??a erupci??n que los tom?? por sorpresa en cercan??as del cr??ter, como parte de una salida de campo con motivo de la elecci??n de esta estructura geol??gica como el ???Volc??n del Decenio??? para Suram??rica por parte de la Asociaci??n Internacional de Vulcanolog??a y Qu??mica del Interior de la Tierra. El camino hacia esa tragedia est?? marcado por una serie de circunstancias que reflejan lo que pudo haber sido y no fue. El evento, programado inicialmente para diciembre, se aplaz?? hasta enero; la salida de campo, prevista para el 13, se pospuso para el 14 con el fin de evitar complicaciones log??sticas durante las presentaciones de ese d??a, afectadas por el racionamiento energ??tico que viv??a el pa??s en la ??poca de la llamada ???hora Gaviria???. Hacia la una y media de la tarde, cuando se esperaba que los grupos de visitantes ya hubieran pasado temprano por el cr??ter, a??n quedaban algunas personas rezagadas, sobre todo geof??sicos y geoqu??micos. ???Con el grupo ten??amos que llegar por la carretera que va a la parte alta del volc??n. Despu??s cog??a un caminito que se le llamaba el Camino Antiguo Espa??ol y segu??amos caminando alrededor del volc??n en la parte alta. Cuando est??bamos all??, en un grupo de unas quince o veinte personas, escuchamos dos explosiones similares a un trueno. Pensamos que era imposible que fuera el volc??n, recuerda Martha. Empez?? a caer ceniza y material m??s grueso, lo que confirm?? que se trataba del Galeras. Mientras los grupos que ya iban bajando del volc??n segu??an su camino hacia Pasto caminando, Marta, junto a la ge??loga Patricia Montes, del Instituto Geof??sico de la Escuela Polit??cnica Nacional del Ecuador, regresaron hasta la Estaci??n de Polic??a, el lugar desde donde se ve el cr??ter, y en el camino empezaron a ver personas bajando, unas m??s heridas que otras. ???La morfolog??a del Galeras es especial y existe un sitio donde siempre hay una cuerda para bajar la primera parte. Ah?? hab??a personas que estaban malheridas. Fue dif??cil descender sin que les cayeran rocas. Bajando encontramos a Stanley Williams (ge??logo), que estaba muy malherido, y cerca de ??l estaban personas como Jos?? Arl??s Zapata, compa??ero del observatorio, que ya estaba muerto???, reconstruye Marta sobre este tr??gico evento, que, para ella, en retrospectiva, muestra lo complejos que son estos fen??menos naturales. Ni un d??a de descanso ???La vulcanolog??a en Colombia, tanto en el monitoreo como en la generaci??n de conocimientos alrededor de los volcanes, ha cambiado much??simo???, dice Marta Luc??a Calvache, con la serenidad de quien ha visto transformarse una disciplina entera. ???Si comparamos c??mo era Colombia hace cuarenta a??os, en lo que sab??amos de los volcanes, hay una gran diferencia. Incre??blemente ha cambiado el pa??s en ese conocimiento.??? Recuerda que, en 1985, apenas exist??an unos pocos estudios sobre los principales sistemas volc??nicos y que el pa??s no ten??a los medios para medir la actividad. ???Toda la construcci??n, no solamente de las redes para monitorear los volcanes, sino de las personas, la formaci??n de las personas??? en eso ha habido una evoluci??n enorme???, explica. Y agrega: ???Yo dir??a que s??, ha habido situaciones dif??ciles, pero la mayor parte de estos cuarenta a??os ha sido una experiencia que el Servicio Geol??gico Colombiano puede decir con orgullo: en cuarenta a??os no ha habido un solo d??a en que un observatorio haya cerrado, o que no haya atendido, o que no haya tenido los equipos para ver esos volcanes.??? Sin embargo, insiste en que los retos no han sido solo t??cnicos. ???A veces en pa??ses que presentan situaciones dif??ciles es complicado comprar los equipos, pero es mucho m??s dif??cil hacer mantenimiento, tenerlos funcionando, capacitar a la gente que pueda analizar y ver la calidad de los datos que se est??n generando y evaluar las situaciones. Analizar los fen??menos naturales es muy retador, y en todo eso hemos cambiado.??? Son historias que hablan de personas que a diario suben a lo alto de nuestras monta??as para despejar la nieve que bloquea paneles solares, que llevan a sus espaldas pesados equipos en ambientes donde a la mayor??a de nosotros, acostumbrados a otras altitudes, nos falta el ox??geno, y que velan porque todos los equipos en todo momento est??n a punto para enviar se??ales que en alg??n punto ser??n vitales para reaccionar ante una emergencia. Para ella, uno de los mayores avances ha sido entender que la vulcanolog??a no se limita a la medici??n de los volcanes, sino a entender su relaci??n con la sociedad. ???Lo m??s importante fue que el Servicio Geol??gico le diera importancia a la funci??n social de ese conocimiento???, afirma. ???Cuando pas?? lo del Ruiz, hab??a una gran diferencia entre las personas t??cnicas, que conoc??an del volc??n, y las personas que viv??an en Armero. Muchos ni siquiera sab??an que el volc??n ten??a que ver con ellos. Dec??an, por ejemplo: ???el Ruiz es el volc??n de Manizales???. Y si uno explicaba que el cr??ter Arenas est?? en una zona glacial, respond??an: ?????c??mo va a estar un cr??ter en un glaciar, si eso deber??a ser caliente??????? Por eso, sostiene, la educaci??n y la apropiaci??n social del conocimiento son esenciales. ???El conocimiento geol??gico tiene que estar mucho m??s incorporado en las sociedades. Eso lo tenemos clar??simo. El conocimiento no es solo para publicar en revistas o art??culos cient??ficos. El conocimiento debe ser para toda la sociedad. Si alguien sabe que un territorio tiene ciertas caracter??sticas, pero ese conocimiento no est?? a disposici??n de quienes lo habitan, ellos no pueden incorporarlo a su vida???. Marta dej?? hace tres a??os su cargo como directora de Geoamenazas del SGC y aunque no extra??a los ???chicharrones???, como ella los llama, de hacerle frente a los sismos, deslizamientos y volcanes del pa??s, no se ha alejado del todo del tema. Hoy es la vicepresidenta de la Asociaci??n Internacional de Vulcanolog??a y Qu??mica del Interior de la Tierra, consultora en gesti??n del riesgo y conferencista. Para ???la dama de los volcanes???, a pesar de las tragedias, estas estructuras siguen siendo una se??al de vida. ???Est??n aqu?? para hacer erupciones, y esa es la naturaleza y ese es el planeta en el que vivimos. Uno frente a la naturaleza necesita mucho m??s conocimiento y humildad para entenderla y admirarla tal como es. Una erupci??n volc??nica cambia todo, no para destruir el planeta sino porque es la evoluci??n normal. Que nos guste o no, nos afecte o no a los humanos, depende de nosotros???, reflexiona la cient??fica.