Desde el Parque Tem??tico Omaira S??nchez, Diana Lorena Jim??nez Carrillo reconstruye su infancia, el dolor de la p??rdida y la lecci??n que dej?? la tragedia para las nuevas generaciones.
En el Parque Tem??tico Omaira S??nchez, la imagen de aquella ni??a que fue s??mbolo de la tragedia de Armero es distinta. Omaira, la peque??a de 13 a??os cuyo rostro recorri?? el mundo al no poder ser salvada de la avalancha, est?? retratada en una escultura que poco se parece a los videos en los que se le observa atrapada en medio del lodo, con el cabello corto y los ojos profundos. En el Parque, en cambio, lleva el cabello largo, est?? libre y salta la cuerda. Es una ni??a. Feliz. Es la misma que recuerda Diana Lorena Jim??nez Carrillo, quien fue su mejor amiga.
Diana, que pocas veces cuenta c??mo vivi?? la tragedia, habla con voz pausada y suave. El calor de Armero-Guayabal no le afecta. Ha vivido all?? siempre, y ahora lo hace al lado de sus hijos y la familia que form??. Su manera de narrar, entre las l??grimas y la calma, transporta a cualquiera que la escucha a aquel 13 de noviembre de 1985, cuando Armero dej?? de ser un lugar de juegos y risas para convertirse en s??mbolo de dolor.
???Omaira era una de mis mejores amigas en el colegio, estudi??bamos juntas. ??ramos compa??eras de danzas, de tuna, de teatro, compart??amos concursos de matem??ticas y espa??ol. En matem??ticas yo le ganaba, en espa??ol ella a m?????, recuerda. Diana ten??a apenas diez a??os cuando vio c??mo su pueblo, sus amigos y su rutina cotidiana desaparec??an bajo la fuerza de un r??o de lodo que borr?? m??s de 20 mil vidas.
???Hasta ese mi??rcoles, 13 de noviembre, viv??amos en un hermoso pueblo, ??bamos a un muy bonito colegio???, recuerda. Para ella, en su inocencia, esa tragedia est?? marcada por dos cosas: Omaira y la ???gente gris???, los sobrevivientes cubiertos de lodo que llegaban a los refugios en la madrugada. ???La gente llegaba totalmente cubierta de lodo y era gris. Ten??a un olor caracter??stico, ese olor nunca lo he vuelto a sentir. Espero no volver a sentirlo???, confiesa.
Para Diana, hablar de Omaira nunca fue f??cil. El mundo vio en su amiga un s??mbolo de tragedia, una imagen congelada en un pozo, pero para Diana Omaira era vida, alegr??a, complicidad. ???Para m??, Omaira que estaba ah?? en ese pozo no era la Omaira con la que compart??. La que yo recuerdo era una ni??a risue??a, feliz, con todas las ganas de vivir. Me gustaba bailar con ella, compartir, cuidar a los dem??s??? La Omaira que recuerdo me ense???? a re??r, a jugar, a sentir que todo era posible. Por eso me gusta la estatua de este Parque, porque as?? la recuerdo yo???.
Fue su padre quien la anim?? a contar su historia, consciente de la necesidad de ense??ar y preservar la memoria en las nuevas generaciones, aunque Diana no quer??a. Decidi?? hacerlo finalmente en la Bienal Nacional de Ni??os, Ni??as y J??venes que Viven en Zonas Volc??nicas, del Servicio Geol??gico Colombiano (SGC), realizada en septiembre. ???Es importante que los ni??os comprendan, que asimilen y multipliquen lo que significa una tragedia como Armero. Ellos aprenden que hay que cuidar, que hay que seguir las alertas tempranas, que hacer caso salva vidas. No desde el miedo, sino desde la valent??a y la conciencia???, explica.
La tragedia de 1985 y el ???Se??or Ruiz???
Diana recuerda perfectamente el d??a de la tragedia. Estaba en su casa con su mam?? y su hermano cuando escucharon que ten??an que evacuar. Lograron escapar gracias a que un vecino, que nunca dejaba su carro parqueado frente a la casa, ese d??a, por una casualidad del destino, lo hizo. All?? se subieron unas diez personas, ella, su mam?? y su hermano. Su pap?? se qued??. Y terminaron en una finca cerca de Armero. Desde all?? escuchaban las noticias de lo que sucedi?? con el pueblo que fue su casa.
???Era como las seis o siete de la ma??ana, y ya los adultos hablaban de trasladarnos a otra finca porque no pod??amos quedarnos all??, no era conveniente que vi??ramos tantas cosas???, rememora. Durante d??as, y en plena emergencia, Diana se neg?? a ver las noticias. No quer??a saber lo que hab??a pasado all??. Tampoco lo entend??a del todo. Pero s?? recordaba a su amiga, por eso, cuando vio la imagen de Omaira atrapada entre el lodo, s??lo pod??a preguntarse por qu?? no pod??an sacarla de all??. ???Despu??s supe que no ten??an las herramientas necesarias. Por eso no me gusta mucho hablar de Omaira en esos momentos???.
Sin embargo, Diana conserva viva la memoria de su amiga en los momentos sencillos, cotidianos, que definen la infancia: ???Me gusta recordarla bailando danzas conmigo, cuidando a los m??s peque??os del sal??n, tocando el tri??ngulo conmigo en el grupo musical??? Siempre he recordado a esa Omaira???, dice, y es f??cil imaginarla all??, entre giros y risas, en la luz de un colegio que ya no existe.
Diana habla del ???Se??or Ruiz???, como llama cari??osamente al Nevado del Ruiz. ???Siempre va a estar ah??. Hay d??as que amanece hermos??simo, y se ve supremamente lindo. Pero cuando se mueve mucho, hay que tomar medidas. No se puede vivir con miedo, pero s?? hay que conocerlo y respetarlo. Esa es la manera de evitar que tragedias como Armero vuelvan a ocurrir???, cuenta, y su voz lleva la certeza de quien aprendi?? a convivir con un gigante que no est?? dormido.
El trabajo con el SGC y la Bienal ha permitido que Diana transforme el dolor en ense??anza. ???Cuando los ni??os participan en la bienal, ellos no sienten miedo. Sienten valent??a. Aprenden a socializar, a multiplicar lo aprendido, y eso nos garantiza que a futuro vamos a tener much??simo m??s trabajo en prevenci??n de riesgo. Que nuestros muertos tengan un poco de sentido, que nuestra p??rdida no sea en vano???, explica.
Para ella, es dif??cil aceptar que la vida que conoc??a ya no existe. ???No hablar de Omaira fue mi manera de protegerme del dolor. No sab??a c??mo asumir que mi mundo se hab??a ido, que mis amigos se hab??an ido, que mi casa ya no estaba, que lo que yo conoc??a hab??a desaparecido. Era el primer contacto con la muerte de alguien cercano???, confiesa.
Su relato es el reflejo de la sensaci??n de vac??o que dej?? Armero. ???A la semana siguiente, hubo otra alarma, y nos fuimos a una monta??a que se llama Cerritos. Desde ah?? mir??bamos Armero. Al principio no ve??a nada. Luego alguien dijo: ???Es el manch??n gris al fondo???. Ah?? empezamos a dimensionar lo que hab??a pasado???, recuerda.
El relato de Diana es tambi??n un canto a la resiliencia y al aprendizaje. Explica c??mo el pa??s ha avanzado en gesti??n de riesgo y educaci??n: ???Si olvidamos lo que pas?? en Armero, si no ense??amos a los ni??os, si no sensibilizamos a la gente sobre el riesgo, va a volver a pasar. Podemos volver a perder personas amadas, personas importantes, nuestro mundo puede volver a desaparecer. Por eso hago este trabajo, por eso hablo a los ni??os: para que sepan c??mo actuar, para que nuestras p??rdidas no sean en vano.???
Hoy, Diana vive en Armero-Guayabal, rodeada de sus hijos, y su historia es un puente entre la memoria de un pueblo desaparecido y la conciencia de un pa??s que aprende a convivir con sus volcanes. Cada relato que comparte en la Bienal, cada conversaci??n con los ni??os, cada gesto de ense??anza es un acto de resistencia contra el olvido. Es la memoria viva de Omaira, de Armero y de todos los que murieron aquel 13 de noviembre, recordando que la tragedia no puede repetirse mientras haya quienes la recuerden y transmitan sus lecciones.
???Lo que ocurri?? no puede repetirse. No porque queramos recordar, sino porque debemos aprender. Esa es la raz??n por la que hablo, por la que permito que los ni??os escuchen la historia. Para que comprendan lo que fue, y para que nunca m??s vuelva a suceder???, concluye.